viernes, 26 de octubre de 2012

Susurros en la oscuridad




Iba el otro día tan tranquilo en mi coche, de camino al trabajo a las siete y media de la mañana, por una carretera secundaria oscura, siguiendo la estela de luces que dejaban los coches que me precedían y disfrutando del primer atisbo de luz de la mañana en un horizonte plagado de nubes, cuando, de repente, en uno de los pocos programas de radio que sigo fielmente, Hoy empieza todo, anunciaron lo que llaman el “melocotonazo” de la semana. Era la nueva canción de un grupo que ya me pareció muy interesante  con su disco anterior, Mumford and Sons. La canción empezó a sonar y sin haberla escuchado antes, logró que, mientras conducía, una sensación de cosquilleo me recorriera el cuerpo para poco después acabar a un paso de un estallido de emoción que pocos temas me llevan a alcanzar. Se trataba del segundo corte de su último disco, Babel, que lleva por nombre “Whispers in the dark”.

Su anterior álbum, Sigh no more, es uno de esos casos de éxito masivo que uno no alcanza a entender, no por falta de calidad o de canciones, ni mucho menos, sino más bien porque se mueve dentro de un lenguaje musical que generalmente no suele gozar de las cuotas de fama que esta banda ha llegado a cosechar con un solo disco. Con todas estas circunstancias, la banda se enfrentaba al que suele ser el principal obstáculo de las bandas noveles, el asentamiento de una trayectoria con el segundo trabajo, y de este modo nos topamos cara a cara con este Babel, la respuesta a esta situación.

Quiero pensar que pocos quedarán decepcionados con esta continuación, pues se multiplican todos los aspectos positivos que contenía su primer álbum y se desvanecen los pocos negativos que, a nivel personal, creo que tenía Sigh no more. Así, se consolida una identidad propia que bebe de géneros como rock, el folk e incluso el bluegrass, con una impronta claramente norteamericana (que sorprende bastante por ser originarios de Londres), que dota a canciones como la que nos ocupa o como “I will wait” de un brío inédito hasta ahora, que impulsará a estas composiciones a convertirse en himnos en los directos, dignos de corear en grandes recintos. Mientras que por otro lado, se rompe con cierta linealidad que caracterizaba a su primer álbum, gracias a una asentada madurez en la forma de componer, que solo tiene aquel que ya sabe cuál es su mejor baza y conoce lo que quiere ofrecer a su público.

Todos estos aspectos son evidentes en este disco redondo, escrito con gran pasión y sensibilidad, que encumbrará aún más a este grupo británico de alma norteamericana.

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